cuando el sol distiende
los esqueletos del acero,
cuando el sosiego estría
la sombras
con su llamarada lenta,
cuesta la necedad del polvo,
su permanencia amniótica
y de olor salino
cuando las mujeres pasan hierven
y huelen a tristeza.
obscena la ingravidez de las palomas
torpe la terquedad de sus glóbulos vacíos,
ajenos a la espesura del calor.
irremediable
su fervor mecánico
su deslizamiento autónomo
de partículas pardas,
monótonas,
ensuciando con su acuoso aleteo
la costra del horizonte
los edificios
o los parques donde los viejos mastican saliva.
¡qué bueno que estés escribiendo! y tan bien. te abrazo fuerte fuerte
ResponderEliminargracias ro, me da gusto saber que te agrada.
ResponderEliminarespero seguir adelante con esto.
igual te mando un abrazo