3.08.2010

carlos montemayor

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La poesía es una forma de autoconocimiento. No la veo como un ornato del lenguaje. Siento al género como una vía, un camino, para entender a cabalidad una actitud vital, una vivencia interior, un deseo inexpresable o inexpresado o incluso la memoria. Yo era muy niño cuando mi padre me llevó, no recuerdo en qué año, por vez primera a un pueblo abandonado que en aquel tiempo estaba separado de Parral. Y recuerdo que al bajar de la camioneta me sorprendió el ruido de la tierra y el color rojizo que tenía. Ese ruido, esa presencia, me asombró porque así como descubrí que la tierra estaba presente a partir del sonido, me di cuenta de que yo también estaba ahí, oyéndola. Esa sensación de que yo estuviera ahí no la podía expresar, pero la recuerdo: la tierra tenía una identidad y yo también.

Desde ese entonces creo que más que sentir la tierra, la escucho, y entonces tengo la idea de que no solamente la lluvia o el viento tienen voz, sino también la luminosidad del sol, las estrellas, las noches puras de un paisaje desértico como el de Parral, que permite un cielo muy despejado. Así como siento el ruido de la tierra, que puede ser el propio silencio que ensordece, me doy cuenta de que la luminosidad tiene una voz y que la tierra habla. Esto por supuesto no tiene nada que ver con mis actitudes políticas, mis análisis del mundo indígena del país ni con las guerrillas en México, sino con el contacto de la tierra."

Me siento fundamentalmente un poeta, desde siempre. La poesía me ha ayudado a reflexionar sobre muchos aspectos de la literatura, la narrativa y también ha sido esencial para acercarme a las lenguas clásicas e indígenas. Cada vez me doy cuenta que las lenguas indígenas son una faceta diferente de las clásicas. La mayor parte de mis ensayos literarios a lo largo de muchos años han sido sobre poetas y la poesía, mientras que la mayor parte de mis estudios minuciosos o más técnicos han partido del análisis literario, lingüístico o poético de las lenguas indígenas. Para mí la poesía es el motor inmóvil que mueve todas las cosas.

Parto del principio de que toda literatura es un ejercicio de reflexión, pero la poesía es una reflexión que por su propia naturaleza excepcional con el idioma cala más profundo en la conciencia humana. Y lo que está en juego no es desnudar a un individuo o a una unidad con una posible biografía concreta, sino llegar más a profundidad en lo que es la experiencia humana o la conciencia de las experiencias humanas. Desde ese punto de vista la poesía es el referente más luminoso de cualquier época de la humanidad para entenderla.


Siempre me pareció...


Siempre me pareció muy oscuro, desde niño,
que alguien dijese lo que no entendía,
o que alguien tratara de decir algo hermoso.
Cuando hablamos con nosotros mismos
las palabras no quieren ser oscuras,
no aspiran a ser hermosas.
Para todas las cosas hay palabras claras.
Aún para lo oscuro hay palabras luminosas.
Aún para nosotros, que somos oscuros.
Memoria

Estoy aquí, en la casa, a solas.
Aquí están los muebles, el aire, los ruidos.
Tengo un sentimiento tan transparente
como el vidrio de una ventana.
Es como la ventana en que miraba la nieve al amanecer,
hace muchos años, cuando era niño.,
y pegaba la cara contra el cristal y comprendía toda la vida.
Es un deseo en calma, como la tarde.
Es estar como están todas las cosas.
Tener mi sitio como todo lo que está en la casa.
Perdurar el tiempo que sea, como las cosas.
No ser más ni mejor que ellas.
Sólo ser, en medio de la mi vida,
parte del silencio de todas las cosas.



XI

Una mirada clarísima se yergue innumerable
cuando en la mujer empieza el mundo.
Esparce un aroma de lluvia sobre la vida,
un aroma de barro, de río,
elevado el sonido primordial de las piedras.
Vuelve los ojos desde su altura, desde su carne,
hasta el silencio en que todo cae y resurge.
Nada podemos olvidar, si la recobramos.
Nada podemos amar, cuando nos doblega.
Nada la detiene, nada nos sacia.



Arte poética

Cuando mi hijo come fruta, o bebe agua, o se baña en un río,
sólo dice que come fruta, o bebe agua, o que se baña en el río.

Por eso ríe cuando leo mis poemas.
No comprende aún tantas palabras.
No comprende aún que las palabras no son las cosas.
Que en un poema quiero decir lo que nos rebasa a cada paso:

la ira entre quincenas y casas prestadas y ropas que envejecen;
la esperanza entre deudas y calles compartidas con días monótonos
y con mañanas cuya única dulzura es el agua que nos baña;
la honra entre empleos temporales y amigos deshonrados;
la rapiña entre diarios y oficinas públicas;
la vida que nos abre los brazos para tomar
a un lado la noche de las lluvias
y en otro los días de las desdichas.

Mas cierta vez, comiendo un persimonio de mi pueblo
dijo sin darse cuenta que sabía como a durazno y ciruela.
Porque desconocía esa fruta
no dijo lo que era, sino cómo era.

No comprende aún que así hablo yo,
que trato de comprender lo que desconozco
y que intento decirlo a pesar de todo,
como si ignorar fuese también una forma de comprender,
como si siempre recordara que la vida no es una frase, ni un nombre,
ni un verso que todos entienden.

Es, a mi modo, como decir,
que bebo agua, o como una fruta, o que me baño en un río.

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