9.06.2009

los bastardos/la brutalidad de lo cotidiano

***



La pantalla se pinta de color verde. Inicia la película y enseguida los estridentes acordes de una guitarra eléctrica inundan la sala adviertiendo al espectador que las siguientes imágenes posiblemente van a ser estremecedoras; en lugar de ello, se proyecta en la tela un plano general: es un canal de concreto, gris y estéril, a los lados se ven los automóviles apareciendo y desapareciendo, arriba el cielo azul, estático. Al fondo, Rubén y Jesús caminan hacia la cámara, se acercan, Rubén patea una pelota, sólo caminan, es una secuencia larga, interminable.

Estamos en Estados Unidos, finalmente los personajes se aproximan lo suficiente para distinguir sus rostros y facciones, pasan de largo. Rubén y Jesús son jornaleros ilegales. Asistimos a un día en sus vidas, observamos su cotidianeidad y seguimos como espectadores una historia ambigua que aborda el tema de la violencia de una manera perturbadora.

Rodada con actores no profesionales, Rubén y Jesús efectivamente eran jornaleros, el segundo largometraje de Amat Escalante va más allá de la denuncia social y del discurso simplista y moralizador que generalmente delimita las fronteras entre oprimido y opresor. El también director de Sangre (2005) tiene la fortuna de presentarnos un largometraje con una propuesta visual provocadora que mas que ser un filme cuya temática son los indocumentados, reflexiona sobre la condición humana y la violencia latente en un sistema injusto y de constante tensión social.


La propuesta de Los bastardos reside en la aparente ambigüedad de las acciones de sus personajes: no sabemos exactamente por qué hacen lo que hacen, observamos la monótona rutina de sus vidas, pero de pronto nos enteramos que Jesús tiene una escopeta en su mochila ya que un “gringo” les encargó un trabajo, pero no más, no hay explicación certera a los acontecimientos que vemos proyectados y aun menos del suceso que está a punto de acontecer.

Dos seres alienados y en un ambiente que no les corresponde perpetran un acto de extrema violencia que resulta difícil de comprender. No hay explicación, la brutalidad de esta acción se nos revela tal como es, absurda, no tiene sentido. A diferencia de las cintas de corte taquillero donde se disparan una cantidad incontable de armas sin que esto signifique prácticamente nada, en esta película una sola acción violenta expresa lo que un disparo puede implicar: lo trastoca todo, cambia drásticamente la vida de los protagonistas. El gran acierto de Escalante es no enjuiciar las acciones de sus personajes, las muestra como son, totalmente injustificadas y ambiguas. Algunos críticos estadounidenses han comentado que los personajes de Los bastardos no están bien construidos, que pueden ser cualquiera y que las acciones carecen de fundamento, pero precisamente es por estas circunstancias que se propicia un terrible impacto emocional para el espectador: el personaje que ve en la pantalla es tan real como él mismo, puede ser él o cualquiera; el acto brutal que observa es tan absurdo e injustificado como las acciones violentas que ocurren en la realidad.

Lo perturbador de la cinta no es el hecho violento en sí, no es lo explícito, sino la convivencia casi irreal de la cotidianeidad y la violencia; una irrupción tan brutal no debería suceder así, desprovista de todo sentido, completamente obscena. Pero en efecto sucede y al obtener una dimensión real, un peso, más que una irrupción (que en primera instancia lo es) representa una continuidad y un darse cuenta ─bastante inquietante por cierto─ sobre las profundas imbricaciones de la violencia en la naturaleza humana.

Actualmente en cartelera, es una película con una propuesta interesante y audaz que vale la pena ir a ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario