2.08.2009

frivolidad, incomunicación y desencanto, la trilogía de las sociedades modernas de Denys Arcand (1 de 3)

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Le déclin de l'empire américain (1986)

Ante la ausencia de Milan Kundera, Dominique, profesora de historia de la Universidad de Montreal, dicta una entrevista a Diane (quien también es su amiga). Su tema, variaciones en la felicidad: la voluntad de perseguir y consumar la hipotética felicidad futura. La felicidad individual y la búsqueda, por cualquier medio, de alcanzar y concretar en la vida cotidiana el concepto de la felicidad ¿no estará históricamente ligada a la decadencia del imperio americano que ahora hemos comenzado a vivir?

Partiendo del tal hipótesis, Denys Arcand propone en Le déclin de l'empire américain, que la obsesión por el placer, y la hipocresía en las relaciones personales son meros síntomas de la decadencia de un sistema al borde del colapso.

Cinco profesores de historia, la esposa de uno de ellos y dos estudiantes de maestría de la Universidad de Montreal se preparan para disfrutar de un banquete. El grupo de mujeres: Sébastien (esposa de Rémy), Dominique, Diane y Danielle se ejercitan en un gimnasio mientras hablan de sexo y sus actuales aventuras amorosas; por su parte Rémy (quien Dominique asegura se ha acostado con medio Montreal) disfruta de narrar a sus amigos Alain, Mario y Pierre, sus hazañas sexuales y elaborar irónicas hipótesis sobre la esencia y simulación de las relaciones personales, en una frase, el fracaso de esa fascinante institución a la que se le llama matrimonio.





Clasificada como “comedia erótica”, la cinta demuestra la habilidad del cineasta para desarrollar temas tan complejos con la estructura y aparente ligereza de una comedia. El primer filme de la trilogía de las sociedades modernas, retrata una sociedad que sabe su fracaso y vive en un sistema a todas luces caduco. Pese a que los personajes reflexionan y critican al capitalismo y lo que éste representa, se saben inmersos en una dinámica complaciente y cómoda: critican, reflexionan, intentan aprehender la verdad de las cosas, sus porqués, pero en el fondo entienden que dicho sistema les ha permitido desarrollarse y obtener la comodidad suficiente para ser lo que son: intelectuales acomodados. Ir verdaderamente contra el imperio, es ir contra ellos mismos, descubrirse avasallados por la simulación y la autocomplacencia, por el padecer en lugar del ser.

En el banquete Rémy discute sobre el frustración del matrimonio argumentando que: hace algunos siglos el promedio de vida de la mujer era de 45 años, mientras que en el hombre era 35; por ende, en tales circunstancias el matrimonio funcionaba porque sólo duraba de 15 a 20 años; luego, la muerte; en nuestros tiempos, donde el promedio de vida es de 70 a 80 años, comenta a los demás comensales, el matrimonio ya no funciona, no es natural e inclusive absurdo. La explicación de Rémy, en principio lúcida, revela su necesidad de señalar el motivo del fracaso de su vida matrimonial (y de paso el de toda la sociedad en general). No obstante, lo interesante de la escena no es el discurso en sí, sino advertir el por qué de su enunciación, el verdadero motivo: la tremenda necesidad de justificar su derrota; mas que una búsqueda de la verdad, su hipótesis es un enmascaramiento, una salida fácil y deferente ante la desolación que lo rodea.

Las conquistas sexuales de Rémy son lo único que lo mantiene vivo y con cordura, ellas lo ayudan a soportar su aburrido matrimonio y le dan sentido a su vida. A diferencia del Don Juan absurdo de Camus, al donjuanismo de Rémy niega su realidad, sus aventuras son todo menos actos de voluntad, son una necesidad, un padecimiento.




Sébastien, su esposa, sabe que Rémy le ha sido infiel, ya que ella misma comenta a Dominique: ¿quién no lo ha sido? Pero cuando en una discusión acalorada se ventila la relación entre Dominique y Rémy, todo se viene abajo. Su aparente postura civilizada y “europea” de condescender las infidelidades del esposo se derrumban cuando, por boca de la misma Dominique, se entera de las amantes que éste ha tenido. Sébastien padece la simulación, puesto que, si no le importaban tanto los affaires de su marido, por qué ahora que los sabe reales y cuantiosos le provocan tanta pesadumbre: al igual que sus amigos cae en la contradicción y se muestra como es, empantanada en la superficialidad de un discurso hueco, aprendido y poco genuino.

En una sociedad varada en el consumismo y la frivolidad, lo conducente es el cinismo y el disimulo. A pesar de ser la cinta menos lograda de la trilogía (en ocasiones se precibe lenta y con diálogos a momentos un poco forzados), Le déclin… presenta una radiografía generacional sin caer en juicios moralistas ni rayar en el enjuiciamiento fácil y condescendiente. Arcand “expone” los actos, actitudes y discursos de sus personajes, los deja “ser” y desarrollarse en la historia; Sébastien, Rémy, Dominique y compañeros no son meras caricaturizaciones, no son personajes planos, sino que se nos develan en sus más sinceras (en ocasiones hilarantes) y penosas contradicciones. Es así, que el espectador es quien tiene que armar e interpretar los indicios y guiños que el director canadiense va diseminando inteligentemente en la historia y protagonistas.

Con Le déclin de l'empire américain, Arcand consuma una obra propositiva, irónica y con una sentencia un tanto amarga: del mismo modo que los estados y los sistemas económicos se desmoronan, los individuos y sus relaciones personales, ante el desencanto, la frustración y el fracaso de las utopías, padecen la tensión y distensión de sus relaciones personales. Todo se envilece, los viejos conceptos que daban certidumbre: amor, matrimonio, sociedad, dejan de tener sentido y de la vaciedad resultante sólo la banalidad y el intelecto al servicio del simulacro son las únicas tablas de salvación. El amor, el sexo y las pretensiones intelectuales son utilitarias, todos lo es; se busca el bienestar por el bienestar mismo, se pretende desesperadamente la felicidad, aunque ésta sea sólo aparente.

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Ficha Técnica

Le déclin de l'empire américain
(La decadencia del imperio americano)
Año: 1986
Origen: Canadá
Director: Denys Arcand
Guión: Denys Arcand
Fotografía: Guy Defaux
Música: François Dompierre
Sonido: Richard Besse
Producción: René Malo; Roger Frappier

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Avance




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Próxima reseña: Les invasions barbares (2003)

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